domingo, 14 de marzo de 2010

Hablaban de años de bonanza, de años prósperos pero la realidad de aquél momento era bien distinta. En esa época se hablaba de un crecimiento del PIB muy por encima de la media europea....por encima de Francia o Alemania? Ciertamente extraño pero las estadísticas no engañaban. Sin embargo detrás de las estadísticas se escondía una gran burbuja, invisible para aquellos que en aquél momento tenían los bolsillos llenos. La burbuja, una vez reventada, ha pasado a llamarse burbuja inmobiliaria o del "ladrillo".

La tendencia más simplista para explicar nuestra crisis es culpar al ladrillo. Sin embargo, sólo hay que preguntarse quién alimentó esa burbuja para descubrir las verdaderas raíces del problema: la cultura del consumo y el endeudamiento.

El consumo, visto desde su definición mas primitiva, es necesario. Consumo es equivalente a producción y por tanto a crecimiento y creación de empleo. Sin embargo, cuando el consumo es irresponsable, es decir, está cargado de deuda, entonces se convierte en un problema. La relación consumo-deuda ha sido el gran colchón que ha permitido, durante muchos años, que la burbuja se expandiese. Aquí entran en escena dos actores. Por una parte, los bancos, que se han lucrado y han infundido en la sociedad la frase "todos podemos comprar todo". Esto les ha permitido abrir su mercado de préstamos a castas sociales que, por sus limitaciones económicas, antes nunca habrían podido acceder a un préstamo. Y aquí entra el segundo actor, familias que con recursos económicos limitados (empleos temporales, baja cualificación, precariedad) han jugado a la ruleta rusa del consumo irresponsable, sobre-endeudando sus cuentas.

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